¡Que comience la función!
El teatro es droga dura. No importa a qué edad lo pruebe uno por primera vez: en cuanto se siente su magia corriendo por las venas ya no hay vuelta atrás. No hay manera de escapar de la adicción de vivir mil vidas diferentes, de meterse en la piel de otras personas, de hacer nuestras las aventuras de otros.
Pocas cosas nos hacen sentir a la vez tan vulnerables y poderosos como estar de pie en el centro de un escenario, sin nada más en que apoyarnos que el haz de un foco mientras le devolvemos la mirada al público.
Como actriz no practicante que he sido durante los últimos años empezaba a temer que se me estuvieran olvidando ya todas esas sensaciones tan maravillosas ligadas al teatro. Pero afortunadamente he podido ponerle remedio a tiempo con un curso intensivo que hice hace unas semanas, durante mi última visita a Madrid, y que me ha servido, no solo para divertirme y conectar con mi vena creativa, sino incluso para viajar en el tiempo y volver a trasladarme a aquellos años en los que solo era una despreocupada alumna de la Escuela de Arte Dramático.
Todo el mundo debería hacer teatro al menos una vez en la vida, porque no hay nada como jugar a ser otro para conocerse mejor a uno mismo. ¿Hacías teatro hace tiempo pero tuviste que dejarlo, por el motivo que sea? Pues aprovecha la excusa que la Semana del Teatro te brinda para retomarlo, aunque sea uniéndote a ese grupo aficionado que se reúne una vez por semana en el centro cultural de tu barrio.¿Siempre soñaste con explotar tu faceta actoral pero nunca te atreviste? Pues pregúntate cuándo fue la última vez que hiciste algo por primera vez y, si la respuesta no te gusta, ¡ponle remedio cuanto antes!
Hace cuatro años era una suerte de monólogo de Luis Merlo, recuerdo haber salido llorando de la risa y que justo antes de entrar a mi acompañante y a mí nos cayó tal palo de agua que tuvimos que parar a comprar un paraguas ridículo rosa y verde en la primera tienda que nos cruzamos de camino al teatro. Todavía cuelga de mi armario. Ni siquiera sabría decir si es que es tamaño de niña o simplemente es muy pequeño para ser un paraguas.
Hace cuatro años más, le tocaba una mata de pelo rizado y esponjoso a la señora que se sentaba en la butaca de delante mientras esperaba a que empezase Hoy no me puedo levantar por segunda vez, porque se había convertido en el musical favorito de mi hermana y repetíamos espectáculo con nuestros padres. Igual fue hace más de ocho años, porque ¿a partir de qué edad empiezas a ser consciente de que no se le puede tocar el pelo a la señora de delante por muy esponjoso que sea?
Unos años antes me sentaba tan cerca del escenario, esperando a que empezase La Bella y la Bestia, que el humo que salía del suelo para hacer los efectos especiales del musical se me metía en los ojitos y me dejaba un gusto raro en la boca.
Antes de eso fue El Rey León en Madrid, y antes incluso, el mismo, pero en Disneyland París. Y entremedias todo tipo de obras en excursiones escolares, a las que nunca tuve demasiado apego.
Para mí el teatro son todos esos detalles, esas pequeñas cosas que se han ido acumulando en mi memoria y ante las que ahora sonrío cuando pienso en ellas.
El Día Mundial del teatro para mí está lleno de recuerdos y de significado, porque yo soy actriz. Es cierto que, además, soy más cosas, profesora de música, blogger, escritora... pero si me pregunto a mí misma ¿qué soy? La respuesta más clara es siempre esa, soy actriz.
Y es que siendo actor o actriz se nace. Desde que tienes uso de razón sabes que quieres actuar, encarnar personajes, juegas a convertirte en otra sobre un escenario siempre que puedes y te enamoras del teatro cada vez un poco más. Es una sensación casi indescriptible. Se siente en el corazón, notas que el corazón brilla, lo sientes en tu pecho, es algo incluso físico. Para mí el Día Mundial del teatro es un recordatorio de lo que soy y de lo que muchos otros compañeros son y por lo que vivimos. En estos días recuerdo a la Carmela que fui, a Finea, a Adela, a la Mozuela o a la novia... Me digo que soy un poco más yo por todas ellas y que todas ellas fueron gracias a mí.
Esta semana es la semana del teatro y todo el mundo se para un ratito a pensar en los que vivimos por las tablas, pensando en las tablas, en cuándo será la próxima vez que subiremos a un escenario, grande o pequeño, con 10 personas de público o con 200, la próxima vez que reiremos con nuestro personaje o lloraremos con él y haremos a los que nos miran y escuchan olvidar sus problemas por un rato. Y también pensamos en todos los compañeros imprescindibles para que al final el teatro sea, directores, escenógrafos, técnicos, maquilladores… porque lo invisible importa tanto como lo visible.
No hay nada más mágico en la vida que el teatro y lo que consigue, no hay nada que pueda hacer que no seamos lo que somos, no hay nada que pueda hacernos olvidar que vivimos porque el teatro existe y que existimos gracias a estos momentos. Y solo pedimos que nunca nos falten. Feliz Día mundial del teatro a todos, desde el corazón.
La primera vez que fui al teatro de pequeña recuerdo que sentí una sensación muy rara. Algo así como: ¿De verdad los actores son de carne y hueso? No sé, ya sabéis que lo de acostumbrarse al cine y las nuevas tecnologías a veces nos aparta un poco de la realidad. Y eso, con cinco años, fue justo lo que me pasó a mí.
Sin embargo, me quedé tan impresionada que pronto se convirtió en uno de mis pasatiempos favoritos y, de hecho, siempre que tengo oportunidad intento ir a alguna función para no perder esa conexión y poder vivir una verdadera actuación a tan solo metros de la gente que lo hace posible.
Y es que el teatro se siente. Lloras con los actores, ríes con ellos, y, sobre todo, consigues emocionarte y conectar. Sí, eso es para mí el teatro: una especie de conexión con la gente que se encuentra sobre el escenario, e incluso con el mismo escenario. Cuando se abre el telón no sabes qué vas a encontrarte y, al menos a mí, siempre consigue sorprenderme.
¿Sabéis qué me encanta? Asistir a una función pequeñita en la que la acción se desarrolle en un único decorado. Creo que hay que ser muy buen actor para conseguir crear algo apenas de la nada y, cuando eso se consigue, la sensación es única. Es algo que siempre voy a apoyar porque lo admiro y me encanta cómo me hace sentir y hago un llamamiento para que entre todos apoyemos la cultura y a nuestros actores. ¡Señoras y señores, la función va a dar comienzo!
