Actualmente en España nos encontramos con un alarmante escenario de malos tratos y abandono de mascotas que no parece remitir, este hecho debería hacernos replantear las estrategias que están siendo utilizadas para minimizar o resolver dicha situación: más de 100.000 casos al año.
Muchos son los factores que conllevan a esta deleznable realidad, desde mi punto de vista ya va siendo hora de “construir la casa desde abajo”, es el momento de sembrar un futuro diferente, a través de la educación, el pilar fundamental capaz de reconstruir nuestra sociedad rota por la indiferencia y falta de empatía con los animales. De ahí surgió mi primer libro: “La niña que sabía que perros”, un cuento infantil de fácil lectura que enseña a los niños conceptos fundamentales sobre el lenguaje canino, la convivencia con perros y también cómo evitar incidentes.
Y ahora voy a desmitificar algunas teorías equivocadas sobre perros y niños:
Algunas razas son mejores que otras para niños.
No estoy de acuerdo. No se puede generalizar que todos los individuos vayan a actuar igual, aunque en parte podríamos elegir alguna raza más o menos activa que fueran más compatibles con nuestro estilo de vida. Sin embargo, esa afirmación es muy peligrosa porque quienes la hacen a menudo se refieren a perros de presa como un peligro ( Pitbull, Amstaff …) por mi experiencia ellos pueden ser igual de adorables – o más- con los más pequeños.
La clave está en el dueño, en cómo se ha educado el perro, en su socialización, en la medida que este perro tenga sus necesidades atendidas, más que en “su marca”.
Hay que proteger al niño del perro y/o al perro del niño.
Si vas a un extremo, están los de proteger al niño. Justo al otro extremo, lo otro. ¿Es que ahora los niños y los perros son malos? Olvidemos las etiquetas que empobrecen y no nos sirven para resolver nada. Lo que hay que hacer es enseñar a los niños cómo y qué tienen que hacer con los perros, a la vez que se le educa también al perro para que pueda convivir con los niños. Ahora bien: un niño jamás abandonaría a su perro, un adulto sí, y todo ello, es pura cuestión de educación. Decir que uno (u otro) es “malo” es la forma más rápida de eludir la responsabilidad del adulto.
Estar con el perro debe ser una recompensa para el niño.
Error. Estar con el perro es algo natural, y si los dos están de acuerdo (perro y niño) les dejaría juntos todo el tiempo que quisieran.
Al perro hay que regañarle cuando salta encima de los niños.
Los perros se acercan casi de inmediato a los niños porque – para empezar – están a su altura, y eso les invita a acercarse. Los niños, sin saberlo, a través de su lenguaje corporal están constantemente dando señales de juego a los perros, que lo que hacen es responder a esa llamada ¿Quién es el culpable? La respuesta es: no hay culpable, otra vez la falta de información y educación hace que ocurran cosas que bajo nuestra perspectiva no son correctas. Educa al perro a no saltar y al niño qué tiene que hacer para que el perro no se le suba.
El niño se va poner malo por estar mucho con el perro.
Que quede claro que al perro hay que tenerlo cuidado, aseado, desparasitado, es un ser vivo que necesita atención veterinaria cuándo toque, aparte de eso, creer que el perro le va trasmitir enfermedades y no puede convivir con niños…¡todo lo contrario! multitud de estudios ya han demostrado que los niños que crecen con perros tienen menos alergias, menos riesgo de padecer asma, son más sociables y más responsables.
Redacción COSMO
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