Aunque ni científicos ni poetas se hayan puesto todavía de acuerdo en qué es el amor exactamente, todos somos conscientes de los efectos que provoca en nosotros.
Nuestro valor aumenta, nos sentimos confiados, más generosos y altruistas y tomamos decisiones que de otra manera no hubiéramos tomado. ¿Pero estamos hablando del amor o de estar borrachos? De ambos.
La culpa la tiene la
oxitocina, la conocida como la
hormona del amor, que se activa cuando sentimos una gran conexión con otra persona. Es la misma hormona que gobierna nuestra mente cuando estamos en
estado de embriaguez, por lo que los efectos que presentamos cuando estamos borrachos son muy similares a los que rigen nuestro cuerpo cuando somos golpeados por las flechas de Cupido.
Esta casualidad ya había sido estudiada con anterioridad, y ahora se confirma gracias a un estudio de la universidad de Birmingham, que no sólo nos habla de los efectos positivos de ambas sensaciones, sino también de los
negativos. Tanto cuando estamos enamorados como cuando estamos borrachos, solemos tomar decisiones más arriesgadas y aleatorias, y nos podemos volver más vanidosos y envidiosos, despertando así el temido
lado celoso que todos nosotros albergamos.
Y resulta que la oxitocina está muy presente en nuestra vida amorosa y de pareja, pues no sólo está asociada a los primeros compases del enamoramiento o el
momento del orgasmo, sino que también se activa en el momento del
parto y en el amor maternal, y cuando nos dejamos llevar por el
altruismo y la generosidad.
Y aunque ya no hablemos precisamente de amor, la oxitocina es también la culpable de que, cuando estamos embriagados por culpa del alcohol, veamos al resto de personas más atractivas de lo que realmente son, pues esta hormona actúa como un anulador de esos frenos morales por los que nos solemos guiar cuando estamos sobrios.