Todas las parejas discuten. Algunas hacen incómodamente partícipes a las personas que les rodean y otras lo llevan más discretamente, pero ninguna se libra. De hecho, desconfía de aquellas que parecen estar siempre de acuerdo, pues en su interior se está gestando una discusión más explosiva que emergerá con el tiempo.
Una
discusión no es sinónimo de violencia o falta de respeto. Una discusión no es sólo algo inevitable en una convivencia con otra persona, sino que es algo casi
imprescindible para la salud de una relación, pues evita que nuestros sentimientos se conviertan en una olla a presión y acaben saliendo por donde no deben.
Con nueve libros acerca de la relaciones de pareja, la psicóloga clínica Harriet Lerner es más que una experta en el tema, y afirma en la revista Psychology Today "una buena discusión puede limpiar el aire y es bueno saber que podemos sobrevivir a este conflicto e incluso aprender de la situación pero hay que tener cuidado con las peleas irracionales que se salen del control y pueden acabar con el amor y el respeto de toda relación exitosa".
Tras un duro día en el trabajo, dónde probablemente nos mordamos mucho el labio, es muy posible que finalmente explotemos al llegar a casa y por cualquier tonto motivo ante la persona con la que más confianza tenemos.
Por ello, Lerner da una serie de consejos acerca de cómo sobrellevar estas discusiones.
Para llevarlos a cabo, debemos aclararlo con anticipación, pues recomienda establecer unas normas y asegurarnos de respetarlas incluso en los momentos más acalorados de la trifulca.
¿Qué clase de normas? La psicóloga aconseja no elevar nunca la voz ni faltar al respeto con insultos gratuitos, no comparar la actual relación con lo sucedido con parejas del pasado y, como también aconsejaban nuestras abuelas, nunca irse a la cama en mitad de una discusión, intentando llegar con al menos un acuerdo antes de dormir. Estas normas pueden ser diferentes para cada pareja dependiendo de la personalidad de ambos y Lerner aconseja escribirlas en un papel para tenerlas siempre presente.
El objetivo de todo esto es que la charla acabe siendo fructífera y, aunque no se llegue a un acuerdo, hacer que ambas partes dejen clara su postura ante el otro. También es necesario aprender dónde tenemos nuestro límite de exaltación y aprender a controlar nuestro enfado, siendo responsables de nuestras palabras y acciones por mucha rabia que podamos sentir en nuestro interior.
Lógicamente, en caso de no poder controlar esos límites, la experta aconseja pedir ayuda profesional.
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