Hace pocos días nos enterábamos de que en la provincia indonesia de Aceh, de mayoría musulmana, ha sido activado una unidad de flagelación destinada a castigar mediante azotes públicos, a todas aquellas mujeres que violen o se salten la Sharía o ley islámica, en la zona.
La unidad fue grabada mientras propinaban una gran paliza a una mujer soltera que había sido sorprendida en la habitación de un hotel con un hombre, lo que es considerado en esta zona, como un delito moral que debe ser castigado con azotes públicos propinados con un doloroso bastón de ratán.
Las mujeres verdugo esconden su identidad tras los burkas para propinar los castigos que realizan a sus víctimas, que han de permanecer de rodillas y portando un burka blanco, rodeadas de hombres uniformados, entre los que parece adivinarse un médico.
Hasta ahora este castigo lo propinaban hombres, pero dado el aumento de esos llamados delitos morales, han decidido que sean mujeres quienes lo apliquen para poder seguir también las leyes de Malasia que obligan a que las mujeres sean castigadas siempre por otras mujeres.
El Gobierno del país mantiene un acuerdo de autonomía con Aceh desde 2005, y aunque el presidente de la nación ha solicitado el cese de estos azotes públicos, de momento, no han hecho caso y siguen aplicando el castigo a quienes cometan adulterio, beban alcohol, sean homosexuales, tengan sexo prematrimonial e incluso a los que apuesten en juegos de azar.
Parece mentira que en pleno siglo XXI tengamos que seguir hablando de este tipo de terribles prácticas de castigo y de palmario abuso de poder y falta de libertades básicas, para cualquier ser humano, sea hombre o mujer.
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