Hoy, 20 de junio, celebramos el Día Mundial de la Tapa. Uno de los mejores regalos que los españoles podríamos hacerle al mundo.
Sí, en teoría también hemos inventado artefactos tan útiles como la calculadora, la jeringuilla desechable o el traje de astronauta, pero no nos engañemos: al mundo se le conquista por el estómago y no hay otro invento que nos haya unido más a nuestros vecinos extranjeros que una buena tapa.
Lo que más nos ha costado de explicar al resto del mundo es lo más básico. ¿Qué es una tapa? No es tanto la comida que la componga sino la cantidad y, sobre todo, la manera en que tenemos de disfrutar de ellas.
Pero eso es ya Historia, pues la tapa ha conquistado el mundo. En la última década hosteleros de todas las nacionalidades han caido rendidos a sus encantos y, actualmente, podemos estar en un recóndito rincón de China o en plena V Avenida de Nueeva York y ver algún cartel anunciando tapas.
La Academia Española de Gastronomía ha hecho público el estudio en el que concluye que el 15% de los turistas que visitan nuestro país, unos 11 millones de personas, lo hacen atraídos por el reclamo de las tapas, algo que conocemos como turismo de paladar.
Pero a la hora de conquistar el mundo, la tapa necesita buenos embajadores.
Algunos de los mejores cocineros españoles de nuestro país, casos del chef José Andrés o los hermanos Albert y Ferran Adriá ya están en ello. Además de tareas divulgadoras, están abriendo por todo Estados Unidos una cadena de restaurantes llamados Little Spain, donde demuestran en vivo los placeres de una buena tapa.
Como el propio Ferran Adriá señala, " el sueño es que dentro de 10 o 15 años podamos tener 300 sitios de tapas maravillosos en todas las grandes ciudades del mundo. A partir de ahí, habrá centenares o miles de sitios de calidad menor porque la excelencia tiene un coste”.
Para alcanzar este objetivo, el célebre chef entiende que hay que superar tres barreras.
1. Definir lo que es una tapa. Si nosotros mismos no somos capaces de ponernos de acuerdo en lo que es una tapa y lo que no, ¿cómo podemos vender esa idea al mundo? Hay que delimitar la oferta.
2. Unir comida y cultura. Si tenemos que elegir lo que es una tapa, debemos escoger no solo las más apetecibles, sino las que ayuden a contar nuestra historia, lo que somos. Si la comida ayuda a definirnos, el valor de una tapa dejaría de ser solo gastronómico y sería también parte del patrimonio cultural de nuestro país.
3. Equilibrio entre tradición y modernidad. La moda de los foodies ha ayudado mucho a popularizar las tapas, pero bien es cierto que actualmente se cataloga como tapa cualquier alimento escaso en tamaño y eso no es del todo así. Sin renunciar a la creatividad, la tapa ha de ser un alimento popular, sencillo y que pueda consumirse en cualquier situación.
Pero este plan de acción no funcionará si no conseguimos trasladar a todo el mundo un elemento imprescindible de las tapas: el modo de consumirlas. De una manera casual, acompañando a alcoholes suaves y, sobre todo, con la mejor compañía y valorando la posibilidad de que una simple tapa se convierta en una noche de fiesta. Básicamente, el modo español de disfrutar de nuestros infinitos bares, tabernas, bodegas y restaurantes. Eso se nos antoja más difícil.
Qué mejor manera para ayudar a las tapas a conquistar el mundo que inculcar sus beneficios a las nuevas generaciones. Los jovencísimos participantes de
MasterChef Junior (USA) son unos candidatos extraordinarios. Para comprobar si alguno de ellos se atreve con las tapas te recomendamos no perderte una emisión del programa, cuyas fechas de emisión
puedes consultar aquí.
Redacción COSMO
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