Sara Ruesga reflexiona sobre el papel de las peluquerías en el barrio.
Recientemente me sorprendí leyendo un artículo que describía cómo las
barberías pueden ser una pieza clave en la salud de los
hombres afroamericanos en los Estados Unidos. Al parecer un trabajo de investigación arrojaba sorprendentes datos que vinculaban la barbería y el control de la hipertensión en la comunidad de hombres afroamericanos del condado de Los Ángeles.
Intrigada, continué leyendo sobre el estudio de un año de duración dirigido por el Doctor Ronald Victor del Cedars-Sinai Medical Center y publicado en Circulation. El Doctor Ronald se centró en hombres afroamericanos dado que tienen un mayor riesgo de desarrollar hipertensión que otras etnias. No era la primera vez que decidía utilizar las barberías como punto central de la investigación. Anteriormente había dirigido otros experimentos e investigaciones entendiendo que son centros de reunión social vinculados al bienestar y la imagen pero también una herramienta muy eficaz para difundir información a la comunidad. Los resultados me dejaron boquiabierta.
El hecho de que esta comunidad de peluqueros / barberos participase activamente en la difusión de la información sobre la prevención, control y medicación de la hipertensión había supuesto un vuelco en las cifras. Los clientes acudían a sus médicos para realizarse revisiones, pasaban por la farmacia a comprar las pastillas que habían dejado de tomar por desidia o comenzaban a controlar su dieta a raíz de las conversaciones.
Una pequeña conversación con el barbero se convertía en el primero de varios pasos hacia una mejor salud general y a la prevención de las muertes prematuras que una hipertensión sin control médico puede llegar a ocasionar. Me pareció absolutamente fascinante y, obviamente, no soy la única. Son muchas las voces que ahora hablan de ampliar y multiplicar la experiencia a nivel nacional y a todas las etnias a raíz de su enorme éxito a pequeña escala.
Realmente es algo digno de reflexionar. Cuando una persona se sienta en el sillón de la peluquería entabla con los profesionales una conversación que puede ser tan banal o profunda como se requiera.
Unas veces hablamos de los selfies de las blogueras en Instagram y otras de tratamientos para problemas complicados de piel y cabello. Unas veces aconsejamos mascarillas y otras es nuestra labor insistir en que la clienta acuda a un médico. Unas veces hablamos de los divorcios de Hollywood y otros ayudamos a nuestra clienta a encontrar un abogado serio. Las peluqueras conocemos a la gente de nuestro barrio y sus vidas, es un lujo poder poner nuestro granito de arena para ayudar a mejorarlas. Iniciativas como la del Dr Ronald Victor nos recuerdan que cada palabra que decimos consigue un efecto, cada acción una reacción.
En las palabras de la escritora Mandy Hale “Para cambiar la vida de alguien no hay que ser brillante, rico, guapo o perfecto. Simplemente tiene que importarte.”
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Edgar Chaparro
Redacción COSMO
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