Nos encanta
la navidad. ¿Y a quién no? Independientemente de los merecidísimos días libres es una oportunidad única en el año para reconectar con nuestros seres queridos, especialmente con la familia y amigos que no tenemos la oportunidad de ver durante el resto del año.
Buenos sentimientos,
regalos, villancicos, comilonas y promesas para el año que viene. ¿Es todo tan agradable en estas fechas? Bien, muchas personas que viven emancipadas de sus familias vuelven cada año a enfrentarse a ese choque generacional durante las cenas navideñas que a muchos saca de sus casillas.
No nos equivoquemos: amamos a nuestras familias más que a cualquier cosa en este mundo, pero bien es cierto que hay ocasiones en las que tenemos que hacer de tripas corazón ante alguna impertinencia dicha sin ninguna maldad pero que nos hace sentir incómodos. O ante una pregunta hecha con curiosidad que nosotros vemos inapropiada o intrusiva y nos hace torcer el gesto.
Así es la familia.
Siempre con una sonrisa en la boca, vamos a recopilar algunos consejos para sobrevivir a nuestras familias estas navidades.
Nada de política en la mesa. Cuenta la leyenda que no hace muchos años el voto de cada persona se consideraba secreto y nosotros decidíamos mantenerlo así tanto para preservar nuestras propias ideas como para no confrontarlas con nuestros allegados. Suponemos que por el ambiente político actual, lleno de crispación y enfrentamiento para mayor gloria de nuestros políticos, actualmente parece como si verbalizar nuestra intención de voto fuera absolutamente imprescindible. No hay nada malo en expresar nuestras ideas políticas, pero siempre debemos hacerlo desde el respeto, escuchando las razones de las otras personas y nunca buscando una confrontación, sino un ameno debate político en el que todos salgan ganando. ¿Ves esto último imposible de hacer con tu familia? Entonces, repetimos: nada de política en la mesa.
Mostrar empatía. Muchas personas se sienten como la oveja negra de la familia, más aún cuando el resto del año lo pasan alejados físicamente de ellas, ajenas a sus problemas o su día a día. Cuando volvemos a contactar por estas fechas sienten que sus inquietudes o sueños son muy diferentes a los que ve en casa y llegan a sentirse extraterrestres. Esto puede ser cierto, pero de la misma manera en que ellos no pueden entender todo lo que nos afecta a nosotros, nosotros tampoco entendemos lo que les afecta a ellos. La comprensión a través de la escucha, la curiosidad y la sana conversación nos ayudará a meternos en sus zapatos, por muy distintos a los nuestros que sean.
Olvida los problemas familiares. Si hay un mensaje escondido en la navidad es la de amar a los nuestros sin importar el problema. Y es normal tener problemas en el seno familiar: diferencias en las ideas, en las elecciones vitales, antiguos conflictos no resueltos sobre posesiones, dinero o herencias, discusiones que no se finalizaron... El año tiene 52 semanas y solo una es navidad, así que aparquemos por unos días esas querellas y centrémonos en lo que importa: estar juntos en un momento tan importante del año.
Busca tu momento de respiro. Aquellos que no viven durante el año con su familia se pueden ver sobrepasados por convivir con ellos unos días de diciembre. Acostumbrados a la experiencia de vivir solos, pueden encontrar chocante la falta de intimidad que deparan estas fiestas. No hay nada malo en buscar nuestro espacio o nuestra soledad un rato cada día. Una visita al centro para hacer las últimas compras navideñas o un paseo en soledad nos darán la calma mental necesaria para volver a casa con las pilas renovadas.
Toma las riendas de la conversación. Si somos los suficientemente adultos para emanciparnos, somos lo suficientemente adultos como para tener la inteligencia de evitar problemas. Si vemos que, independientemente de nuestras acciones, la cena de navidad se vuelve tensa entre otros comensales, o si reina un sentimiento de tristeza por alguna tragedia familiar reciente, debemos hacernos responsables de calmar los ánimos y preservar la salud mental de todos. Quita hierro a lo malo y recuerda a viva voz el verdadero sentido de estas fiestas y la suerte que tenemos de poder reunirnos una vez más. Si eres una persona adulta, mantén una actitud activa contra los malos rollos y no bajes la cabeza cuando alguien diga algo inapropiado. Siempre con respeto, por supuesto.
Déjate llevar. Si estás leyendo este artículo es porque te sientes identificado de algún modo. Si este artículo ha sido escrito es porque hay multitud de personas que sienten lo mismo en estas fechas. Es decir, sentir algo de presión e incomodidad en las reuniones familiares es absolutamente normal. Tanto que nos podemos permitir reírnos de ello, lo que nos llevará a dejarnos llevar más fluidamente. Disfruta y no pienses demasiado en esas diferencias que os separan. Celebra que estéis unidos a pesar de ellas. Podéis ser tan diferentes como el aceite y el agua, pero aún así no hay amor que supere al vuestro.
Dicho esto, solo nos queda ponernos el jersey navideño más horrible que tengamos en el cajón de los regalos que nunca nos ponemos y
bajar a la cocina a ayudar en lo que podamos.
Por unas fiestas felices y en paz.
Redacción COSMO
Noticias escritas por el equipo de redacción de COSMO.