Aunque la Real Academia de la Lengua sigue sin reconocer la palabra selfie en el diccionario, no cabe duda de que en los pocos años que lleva con nosotros se ha convertido en una de las más utilizadas.
Y que tire la primera piedra aquel que nunca se haya hecho un
selfie. Ya sea para nuestro propio disfrute, el de nuestros amigos, encontrar una buena foto de perfil para una red social o ilustrar nuestro perfil en páginas y apps de contactos, el selfie ha llegado para quedarse.
Ahora bien... hay selfies y selfies. Si te preguntas por qué los tuyos no salen tan bien pese a que la naturaleza no te hizo precisamente feo o fea, quizás no estás siguiendo unos principios fundamentales del arte de la fotografía.
Unos simples trucos tan antiguos como la primera cámara de fotos de la historia que te aconsejamos sigas para conseguir tu selfie perfecto.
El ángulo de la cámara. Olvídate de fotos frontales en los que la altura de tu móvil es la misma que la de tu cara. Para conseguir más armonía en tu rostro, eleva ligeramente el móvil y haz que saque la foto mirando hacia abajo. En fotografía, esto se llama un plano picado. Con esto se consigue que nuestra cara no parezca redonda, amén de eliminar todo rastro de una papada, exista realmente o no.
Evita la búsqueda de la simetría. La belleza en la naturaleza se rige por la simetría. Pero antes de que compruebes en un espejo si tu cara es perfectamente simétrica, déjanos decirte que nadie en este mundo ha tenido nunca una cara perfectamente simétrica. Por ello, independientemente de la altura del móvil, como hemos visto más arriba, evita la foto frontal. Lo ideal es colocarla en un punto medio entre el ángulo frontal y el de perfil, pero con los ojos mirando a cámara.
Huye de las muecas y las duckfaces. Ni bocas de pato ni enseñar dientes. Está demostrado que la posición de la boca más atractiva para ambos sexos es aquella en que la abrimos ligeramente bajo una sonrisa pero sin llegar a enseñar los dientes.
Elige tu fondo. En ocasiones una cara bella y armoniosa queda estropeada en un selfie porque hemos elegido de fondo el mueble-bar de nuestra abuela o un sucio cuarto de baño. El selfie es un todo y un fondo cutre puede llegar a estropearlo. Tampoco decimos que esperes a que haya un arco iris en tu ciudad o que viajes a las cataratas del Niágara para realizarlo. Un simple y verde parque puede valer. O una pared blanca que obvie el escenario y haga que tus espectadores se centren sólo en tu rostro.
Luz natural. Aunque no todas las luces artificiales quedan mal en cámara, nada puede competir con la belleza que inspira un rayo solar, siendo las primeras y últimas horas del día las ideales para sacarle toda la belleza a la luz y evitar sombras que nos tapen media cara. Es aconsejable practicar con la cámara apuntando a nuestro rostro para ver qué ángulo es el mejor y más uniformemente iluminado antes de sacarnos el selfie definitivo.
No uses un espejo. Aunque puede parecer lógico usar un espejo para hacernos un selfie, la claridad de imagen obtenida con este método nunca llegará a ser tan pura y nítida como hacerlo directamente. Y además nos arriesgamos a salir leve pero notablemente distorsionados por imperfecciones del cristal o aparecer junto a manchitas imperceptibles para el ojo pero no para la cámara.
Sonríe. El último consejo es el más lógico de todos pero no es uno que se siga a rajatabla. La sonrisa es nuestro gesto más atractivo. Punto. Ni caras serias, ni actitudes de perdonavidas, ni imitar la sofisticación con la que vemos posar a modelos profesionales. La sonrisa además ilumina nuestro rostro y nos hace divertidos y cercanos. Y es contagiosa.
Como ves, no hacen falta ni filtros ni retoques fotográficos para conseguir tu
selfie perfecto. ¡A practicar!
Redacción COSMO
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