Un día con Don Bimbas da de sí… pero mucho. Y es vivir un sinfín de anécdotas y risas.
Se despierta antes que yo y se entretiene colocando sus cochecitos.

Así es como empieza un día cualquiera en el que sabes que él será bastante protagonista.
Por ejemplo, pelín más tarde cuando me coloco el bikini y me estropea un selfie en el espejo. Yo ahí con todo mi postureo, y surge como una aparición a reventarme la foto.

Porque a él se le ocurren mil y una maneras de hacer el mal, de fastidiar y de gamberrear sin parar.
Ahora, cuando la foto es a él, ojito.

Ojito con sus poses. Es que me parrrrrrto.

Más salao no puede ser. Y también cuando va de guaperas.

Digo que “va de”, pero miento. No va, es algo que tiene intrínseco. Lo hace sin querer. Le sale esta pose así, de tío chuleta, de forma innata.

Bueno, esta no. Es que él es un truhan, es un señor.

Un señor… así, así. Porque, como no podía ser de otra manera, de lo que sucede a su alrededor de lo que puede tomar ejemplo, se fija en lo menos recomendable…:
No, no lo digo porque se ponga el reloj y la pulsera del Señor de las Bestias y diga: “¡Soy papá!”, sino porque intenta parecerse a él de otra manera…

Resulta que se queda sin servicio en el móvil. Por segundo día consecutivo. Necesita su móvil porque, por mucho que estemos de vacaciones, siempre anda atendiendo asuntos de su empresa. Exclama: “¿¡Otra vez!? ¡Me cago en la…!” Y rellena Don Bimbas: “¡Puta!”

El soponcio que me ha dado… El Señor de las Bestias, todo enfadado: “¡Pablo!” Pero acto seguido me ha mirado a mí con timidez porque sabe que la culpa es de él, que yo le ando echando broncas porque es un mal hablado de cuidado. Y mirad el resultado. (Mucho ha tardado).
Don Bimbas, mientras, cantando: “Puta, puuuuuuta”.
El Cachorro escandalizado.
Me voy a cargar al Señor de las Bestias.
Luego, en la playa, Don Bimbas se ha propuesto ser el nuevo Jacques Cousteau, buceando a diestro y siniestro.

E iba y venía y ha estado de lo más entretenido. Y luego ha decidido descansar y se ha quedado pillado mirando al mar…

Atrapado por la nostalgia, tan pequeño. Fíjate tú.
Y dicen los de al lado: “Qué bien se ha portado, qué bueno es y qué gracioso”. Y entonces me he dicho yo que igual no es tan fiero el león como lo pinto.

Y pienso que, si además me sigue en mis tontunas, bastante tiene él también conmigo…

Quid pro quo, mi pequeñito. Que te amo.
Que os amo, vidas mías. De arriba abajo. Por delante.

Y por detrás.
