Vamos en el coche y, tras un silencio de los suyos, salta El Cachorro:
– Yo no querÃa haber nacido.
– ¿Cómo dices? – El Cachorro y sus cosas.
– Por tu culpa he nacido. Y me has puesto dos nombres feÃsimos.
– Tienes dos nombres bonitos. Uno, como el patrón de Navarra, que no puede ser más chulo, y otro con mucha personalidad y fuerza. Para que elijas, además.
– Yo te querÃa poner Rodolfo y tu madre no me dejó – me ayuda el Señor de las Bestias. El Cachorro se rÃe.
– ¿Y qué es eso de que no tenÃas que haber nacido? – sigo indagando.
– No me gusta la vida porque luego voy a morir y qué rollo.
– Bueno, pero asà vives y ves en qué consiste.
– Yo de pequeño ni os pedà un hermano. Yo tal cual y vosotros pensando en tener un hermano – añade.
Vamos, que está terriblemente descontento y nos echa unas cuantas cosas en cara.
– Esto es de traca – me indigno – todos los hijos de mundo agradeciéndoles a sus padres que les dieran la vida, y ya viene el monicaco este a quejarse, y que si los nombres y el hermano y todo, ¡vamos, que no hemos dado una!
El Cachorro se rÃe. Pero algo de verdad hay ahà dentro, en su cabecita… Qué tÃo.
… Al dÃa siguiente veo una noticia acerca de un chaval que ha denunciado a sus padres porque no le consultaron si querÃa nacer. No sé si es más tonto él o quien le admite la denuncia. Pero, visto el percal, ya puedo ir buscándome un abogado…