Puse un aviso en Twitter:
Parece que, menos a cuatro lechuguinos (creo que los llaman haters en Twitter), a la gente este asunto le ha conmovido.
Yo, no es que crea que alguien la vaya a encontrar, pero, yo qué sé, por si de repente ven a una paloma con excesivas confianzas, que sepan por qué puede ser…
El caso es que ya han pasado tres días y ni rastro. (Y os adelanto que, un año después, la tía – o el tío, no sabemos – se fue para siempre).
Don Bimbas y El Cachorro, de vez en cuando, me vienen con: “Echo de menos a pollo”… Jo, y yo.
Hoy un amigo de nuestro grupo de vecinos amigos me viene con estas:
(No sé si os estáis fijando en que, la foto de perfil del grupo, es Victoria encima del respaldo de mi silla).
Imposible ir a por ella en este momento. Además, me habla de “esta mañana” y son las dos de la tarde. Creo en los milagros, pero no tan milagrosos.
Nunca sabré si se trataba de Victoria.
Pero yo me sorprendo muchas veces observando a las palomas del barrio. Y, cuando salgo a la terraza a tomar una copa de vino, la llamo a silbidos, por si está cerca y los reconoce…