En el caso de Don Bimbas, es literal.
Hoy tenÃamos una comida todos los vecinos y, por suerte (para él… y para nosotros), ha contado con varios de los que servirse para divertirse de lo lindo. A los que machacar para su propio entretenimiento. Sin miramientos.
Y, como de costumbre, sus vÃctimas, encantadas de la vida. Con un aguzado sÃndrome de Estocolmo. Y lo sé no solo porque lo veo, lo sé porque me han hecho saber lo que opinan sobre Don Bimbas.
LO-A-DO-RAN.
Les parece el muchachito más gracioso y simpático, y más espabilado y culebra, y más terremoto que se han echado a la cara. Y todos tienen hijos. Pues el mÃo se los ha metido en el bolsillo. Pero lo gracioso es que mientras me lo decÃan, pasa Don Bimbas al lado como una locomotora empujando la bici rara de El Cachorro y atropellando a un par o tres de seres humanos; tres segundos más tarde, y sin habernos dado nadie cuenta del cambio, vuelve a pasar encima de una bici (una normal); y otros tres segundos más tarde (en serio, no ha debido de pasar más tiempo), de nuevo empujando la bici rara. Es que se morÃan todos de risa.
Les he tenido que contar que tiene un lado oscuro, que gracias a él no duermo, que es don Pupas también. Pero no os creáis que me han hecho mucho caso… Mis dramas con él se la pelan.
Después de la comida tenÃa invitados en casa…
… que no sé si volverán. Pero seguramente sÃ, porque también han sido hipnotizados por este crÃo. Y por su hermano. A este amigo, entre los dos, lo han deslomado. Y ya tenemos una edad…
¿Cómo es posible que tengan tantÃsima energÃa? Es que parecen una pelÃcula de esas mudas, que van a cámara rápida. Pero con audio. ¡Con bien de audio!
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