El Cachorro trae de la calle un cacho roto de algo. No es la primera vez.
– ¿Qué es eso?
– Para que parezca que sea una pala rara.
– ¿Para qué quieres una pala rara?
– Para jugar con ella.
Lógico. Pero ahora danzará por casa hasta que me canse y la tire. Que me conozco yo el percal y a mà misma, pues no es la primera vez que me las tengo que ver con cachos rotos de cosas. Y luego El Cachorro preguntará por ella y tendré que inventar algo o hacerme la loca.
Después, me viene con un rotulador en la mano. Es uno que perdió la tapa hace tiempo.
– Este rotulador está seco, ¿lo tiro? – me pregunta El Cachorro.
– SÃ. – le doy permiso.
Lo tira.
No han pasado ni treinta segundos que lo oigo:
– Lo echo de menooooos.
Y coge, va a la basura y lo recupera.
He aquà los dos objetos en cuestión. Que estarán entre nosotros durante mucho tiempo, pues está visto que El Cachorro es una urraca, como yo. Yo es que ni siquiera llegaba a tirar nada a la basura…
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