Se ponen El Cachorro y su abuela a luchar con espadas.
– Uy, vaya cara de malo – observa la abuela.
– No soy malo, soy bueno pero enfadao – le aclara el nieto.
El Cachorro decide que él y su hermano son los buenos y mi madre y yo las malas.
Por la noche, uno de los buenos, de lo bueno que es, recibe una reprimenda.
¡Por fin le pillo uno de sus pucheros, que son mundiales! Nunca me da tiempo, duran tan poco… Pero en esta ocasión tenÃa el móvil en la mano y el canijo lo ha mantenido el tiempo suficiente…
Ay, qué rico, por favor. Dan ganas de hacerle llorar sin parar.
Pero su secuaz, en clara venganza, coge su espada y ataca al causante del puchero de su hermano… y lo mata.
El abuelo casi no lo ha visto venir. Es que El Cachorro es un gran espadachÃn.
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