Me va a costar, sÃ. Lo de tener la casa como quiero a costa de educar a mis hijos. El primero, ya está apañado. Pero el segundo…
No me da la gana de apartar las cosas y dejarlas fuera del alcance de un alfeñique de medio metro. Pero mi cabezonerÃa me va a costar cara. Lo asumo.
Bueno, mucho, mucho, no lo tengo asumido. Como medida complementaria y adyacente, voy a tener que seguir tratamiento psicológico para desapegarme de mis cosas: mis libros, mis objetos, mis fotos… ¿Por qué me encariñaré tanto con todo? Qué cruz tengo conmigo misma.
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