!Hola Mis Chic@s Molon@s!
Como loca estoy por contaros mis aventuras en Cuba, que ya os adelanto, que las ha habido. Y muchas. Lo primero de todo, el relato cronológico de las dieciocho horas que pasé con Mi Negro.
Empezamos.
10:00
A eso de las diez de la mañana me dirigà a un centro de buceo de la Habana para hacer un par de inmersiones. La tarde anterior habÃa hablado con un tal Tomás, que me comentó el precio y demás informaciones. Me asomé por la puerta y entonces apareció él. Tomás para vosotros, Mi Negro para mÃ. Tras las presentaciones le pregunté por un bar cercano para tomar un café y le dije si querÃa venir. Y para el bar que nos fuimos.
Ahà empezamos a hablar de Cuba, de Fidel Castro, del Che Guevara. Mi Negro no es ningún analfabeto, ya os lo advierto. Ha estudiado Derecho y sabe mucho de leyes, pero gana más dinero trabajando de instructor de buceo que currando de picapleitos. Para que os hagáis una idea, aquel que trabaja para el Estado cobra entre 15 y 75 euros al mes. Los que menos, los agricultores y campesinos, los que más, los médicos.
No puedo salir de esta
putaisla.
Pero esto es otra historia. La de Cuba.
11:00
Abandonamos el bar y volvimos al centro. TenÃa que bucear, que es a lo que habÃa ido. O eso pensaba yo.
12:00
La inmersión fue perfecta. No paso mucho, porque bajo el mar, como sabéis, no se puede hablar. No hay mucho que hacer, por mucho que cante Sebastian.
Sólo nos comunicamos con las manos. Un OK por aquÃ, un ¿Tienes frÃo? por allá. Vamos, lo tÃpico.
13:00
Haciéndome la tonta (cosa que se me da muy bien), le pedà a Mi Negro que me recomendara alguna playa a la que ir. Me dijo «Qué envidia» Asà que le ofrecà que me acompañara. Me dijo que le encantarÃa, pero que tendrÃa que esperarle hasta las 2 de la tarde y hacer el paripé hasta que pudiera marcharse. Asà que hice el paripé.
Mientras él terminaba de trabajar, hablé con David, un buzo profesional con más de 30 años de experiencia a sus espaldas. Sus abuelos maternos eran gallegos, los paternos, vascos. Por ahà bambaba también el nieto de Silvio RodrÃguez. Era un niño muy espabilado que se escapaba al centro, siempre que podÃa, para aprender sobre el mar y el mundo del buceo. Parece que no seguirá los pasos del abuelo Silvio. Una pena. Eso sÃ, será un instructor de primera. Ojalá.
14:00
Yo salà primero del centro y le esperé en la esquina. El aparecerÃa a los cinco minutos. Fue puntual y subimos a un taxi compartido hasta la Habana Vieja donde cogimos otro taxi compartido que nos llevó a la playa de Santa MarÃa, en la Habana del Este.
15:00
Una vez en la playa, nos tumbamos en la arena.
Se me ha pasado deciros que me olvidé adrede la toalla en el centro de buceo. Asà tendrÃamos que compartir la escuetÃsimas toallita que portaba Mi Negro. Por entonces ya veÃa yo venir lo que iba a ocurrir. Y compartiendo toalla, tumbados en la arena, mientras nos azotaban radiantes los rayos del sol, empezamos a conocernos.
16:00
Me contó la fabula del comemierdas. En verdad dijo comemieldas, porque Mi Negro hablaba con la «L» con una gracia que no se podÃa aguantar. Creo que aquà es donde yo empecé a abrirme. No de piernas, sino de corazón. Eso que tanto cuesta y que con él, no sé por qué, no me costó nada. Hicimos eso que se llama intimar y nos contamos esas cosas que no cuentas a muchas personas, y que cuando aparece alguien a quien apenas conoces, quieres contarle sin saber muy bien por qué. Pues eso es lo que nos pasó.
Aunque la mini toalla ayudó mucho a que permaneciéramos juntos, cada vez nos acercábamos más. Los dos. Miradita dulce, risita, sonrisita. En fin, las chorraditas del coqueteo. Hasta que, preguntándome si me molestaba, empezó a acariciarme la mano. Pensé ¡Cómo me va a molestar Tomás! ¡Por Dios!, pero le dije en plan tontorrona !Qué va!
Le di la mano y me cogió el brazo. Me cogió entre sus brazos.
17:00
¿SabÃas que Ãbamos a acabar asÃ? me preguntó. Claro que lo sabÃa, y el también. Desde el primer instante. Estas cosas se saben, se intuyen a la primera. Se ven a primera vista.
No sé en que momento nos vi inmersos en una conversación completamente sexual. Asà aprendà que en Cuba al pene se le llama pinga y al chichi, bollo. Mi Negro no tenÃa pelos en la lengua y en cuestión de una hora pasó de pedirme permiso para acariciarme la mano a decirme una guarrada detrás de otra. Sin clemencia, sin piedad. Que si mi pinga, que si tu bollo.
Por supuesto nos dimos un bañito, pero hubo que esperar un poco. Mi Negro tenÃa una erección que casi me saca un ojo. Una vez en el agua, por supuesto hubo toqueteos varios mientras observábamos una inusual pareja formada por un mulato joven y una señora blanca de unos 60 años. Aquello parecÃa una escena de Liberad a Willy.
Después de un buen rato en aquella agua maravillosa en la que, por turnos, nos sumergimos los dos para prestar nuestros respetos y mucho placer del rico rico.
18:00
Decidimos que pasarÃamos la noche juntos. DormirÃamos en el centro de buceo. ¿A que nunca habéis dormido en un centro de buceo? Otra cosa más que os queda por hacer. Mi Negro me acompañó a la casa de la amiga que me hospedaba esos dÃas. SubÃ, le conté todo deprisa y corriendo, y cogà todos los preservativos que tenÃa. Gracias Laura y Alba por meterme ese sobrecito lleno de amor y preservativos en la maleta. ¡Me salvasteis el pellejo!
19:00
Tengo muchas ganas de estar contigo. A solas.
Cenamos una mierda de alitas de pollo y patatas fritas recalentadas mientras caminábamos hacia nuestro nidito de amor. Nos bebimos un par de cervezas. Yo no querÃa beber más, querÃa estar completamente sobria para lo que me venÃa encima. Aquel pollo estaba malÃsimo, pero es, sin duda alguna, la cena más bonita que he compartido con un chico. Pollo barato, patatas y mucho muchÃsimo cariño y ganas de estar juntos. A veces uno es feliz con muy poco.
Continuará…
¡Feliz Sexo!