¡Hola mis Chic@s Molon@as!
Besos desde Vietnam.
Soy de las que prefiere conquistar banderas a colocar chinchetitas en el mapa de lugares en los que he estado de Facebook. Con conquistar banderas me refiero a ser una más en la cuadrilla cuando piso terreno desconocido, comer con palillos o con las manos, si asà es como comen ahÃ, viajar en barco o en burro, si es el medio de transporte que utilizan allá donde voy, ser testigo gustativo de su gastronomÃa local, sentada en un taburete mostoso en la acera, junto a ellos, y tener un lÃo con un local. Cómo no.
Y asà fue como conquisté Vietnam, de norte a sur.
Mientras escribo me encuentro en un autobús cama con WIFI (qué nivel Maribel) de camino a la bella e idÃlica Hoi An, después de haber pasado unos dÃas locos por el norte de Vietnam y en su capital, Hanói. Mis compañeros de viaje son un montón de vietnamitas, con los que desgraciadamente no puedo establecer ningún tipo de conversación, ni inteligente ni no inteligente, ya que ninguno de ellos habla ni una sola palabra de inglés. Yo, a pesar de entenderme en unas cuantas lenguas, no tengo ni pajolera idea de vietnamita. Imagino que vosotr@s tampoco.
Me quedan en torno a 12 horas de viaje, asà que tengo tiempo para contaros una cosa que me ha pasado, si este resacón en Hanói me lo permite.
Por estos lares están obsesionados con el karaoke. ManÃas. Cientos de carteles luminosos, y excesivamente estridentes para mi gusto, con la palara KARAOKE, inundan las calles vietnamitas. Personalmente me fascinan los karaokes y jugar a ser una estrella de la música, aunque no cante bien ni en la ducha.
Como os digo me flipan los karaokes, y como la cabra tira al monte, me adentré en uno de ellos a investigar un poco, a lo Dora la Exploradora. El interior del karaoke era de pura pelÃcula. Un pésimo aspirante a cantante cantaba aquello que dice “El amor llega asà de esta manera…â€
Ver para creer. O escuchar para creer.
Como una groupie ochentera me senté en una mesita en la primera fila. Pero mis momentos de soledad en aquel garito tenÃa los dÃas contados, más bien los minutos. Pronto se me acercó un elegante vietnamita, Director Territorial de una multinacional americana con oficina de representación en Ho Chi Min. Me invitó a sentarme con él y el resto de su equipo.
¿Por qué no?
Mi vietnamita, que por cierto se llama Huen Xienlo, de los Xienlo de toda la vida, no dejaba de mirarme de soslayo. El muy pÃcaro tampoco dejaba de invitarme a una copa, y a otra, y a otra. Y asà fue cómo empezamos a intimar. Halagaba mi valentÃa de viajar sola y me decÃa que esperaba que Vietnam me estuviera tratando bien. Le dije que sÃ, que su gente era encantadora y que cada vez estaba más a gustito en este paÃs. Cada vez mejor.
Le tocó el turno del Karaoke y se subió al escenario. Dijo unas palabras en vietnamita y el público respondió al unÃsono con un “Ohhhhhâ€. Yo con cara de póker, qué otra sino. Mi amigo Huen, mirándome, me dijo que me dedicaba la canción. “For you, Spanish girl.†(Para ti, española).
Cantó un tema en vietnamita, que debÃa de ser muy conocido porque todo el público, menos yo, la estaba cantando. La música era muy melosa, me da a mà que la letra deberÃa de ser un tanto moñas, pero yo estaba feliz y excitada con esa canción que me estaba dedicando. Siempre he deseado fervientemente que alguien en un escenario me dedicara ese momento tan personal.
Me puse un poco cañà y le bailé un poco del pésimo flamenco que bailo. Literalmente lo di todo mientras le cantaba alguna que otra canción flamenca y le tocaba las palmas, como aquella de tantas noches de jueves en la que me sentÃa la más de las folclóricas.
Mi vietnamita no paraba de reÃrse, estaba desternillado con el show que le estaba bridando esta guiri muy sinvergüenza. Y entre taconeo y taconeo, palmas por aquÃ, palmas por allá, ese hombre me miró fijamente a los ojos y me susurró al oÃdo en un inglés más que decente: Quiero besarte.
Pues bésame y cállate, le dije.
Nunca pensé que un vietnamita pudiera atraer mi atención, sexualmente hablando, pero Huen estaba causando estragos y más que furor uterino en mÃ. VestÃa camisa azul, corbata, vaqueros ni demasiado apretados ni demasiado holgados, perfectos. Cabeza rapada al 1 o al 2 (no entiendo muy bien sobre esta terminologÃa), boca de piñón, ojos negros, piel canela que me llevaban a desesperar. Y es que mi vietnamita era pura dinamita.
El reloj marcaba las doce y yo tenÃa que salir pitando para coger el autobús dese el que os escribo en estos momentos. Asà que ni corta ni perezosa le dije que tenÃa que irme enseguida, mi viaje continuaba. Le propuse que se reuniera conmigo en los excusados de señoras en dos minutos, por aquello de disimular lo mÃnimo y no ser demasiado descarada. Algo descarada sà fui, pero no demasiado. Ya sabéis que en la moderación está la virtud y reside el buen gusto. O eso dicen.
Y ahà que se presentó, como un soldadito obediente, a mis órdenes. Con una sonrisa de oreja a oreja, empezó a tocarme las palmas. AprendÃa deprisa el amigo Huen. Si supierais lo gracioso que estaba tocándome las palmas y diciendo “Ole†“Oleâ€, entenderÃais por qué no pude resistirme a sus encantos.
Cogiéndole seductoramente de la corbata lo acerqué hacia mà y le desabroché algún botón que otro. A vosotr@s el honor de pensar qué botones. ¿Y si entraba alguien? Sin duda, era una opción más que probable, pero del 0 al 10 poco me importaba. Respondiendo a la pregunta que seguro que tendréis sobre ¿Cómo la tenÃa?, os digo que la tenÃa pequeña, pero matona. No va a ser todo de color de rosa.
Fue un polvo breve, como el de mi amiga Caperucita, pero me lo pasé muy bien, que al final es lo que importa. El morbo de que nos pillaran enredados hacÃa que esa experiencia fuera mucho más inflamable. Me recordó a los magreos en los baños del instituto, las metidas de mano en el portal de casa o en el cuarto de los contadores de la luz, en la última fila del cine viendo cualquier pelÃcula o en los probadores de unos grandes almacenes en los que “Si no queda satisfecho le devolvemos su dineroâ€. Qué lejos quedan aquellos años en busca de emociones fuertes, dándole esquinazo al qué dirán, siempre coqueteando con el peligro y rompiendo las aburridas reglas de los mayores. O quizás no tan lejos.
Os confieso que no es la primera vez que tengo un encuentro sexual en el baño, siempre de señoras, por supuesto. Recuerdo cuando allá por el siglo pasado saltaron más que chispas entre un empleado, de nuevo, de unos grandes almacenes en los que “Si no queda satisfecho le devolvemos su dinero†y yo. En la sección de discos, Antonio, el Melenas, muy servicial y atento, me descubrÃa las últimas novedades musicales. Decidà comprarle el CD que me recomendó. No querÃa abandonar la sección de música, pero ya no sabÃa cómo prolongar más la conversación. Asà que mientras me cobraba le escribà una nota directa y sencilla, sin lugar a errores. Mi nota decÃa: En 10 minutos en el último aseo de chicas. Pepa.
Le entregué mi misiva y me fui volando. Sin mirar atrás. Me retoqué un poco, me coloqué lo que me tenÃa que colocar en su sitio y esperé. Antonio tenÃa 10 minutos para terminar lo que habÃa empezado, ni uno más. A los pocos minutos escuché una voz masculina gritando, más bien susurrando mi nombre. Abrà la puerta y ahà estaba Antonio, muy dispuesto y con sólo 10 minutos disponibles.
Antonio, si andas por aquÃ, gracias por el CD. Cada vez que lo escucho me acuerdo de ti. Al igual que cada vez que escuche una canción vietnamita, me acordaré de mi mini amante Huen Xienlo.
Finalizado nuestro encuentro en la tercera fase, Huen me acompañó a la puerta y esperó hasta que llegó mi taxi. Nos despedimos con un casto beso en la boca y de repente, empezó a hablarme como loco en su idioma mientras le caÃa más de una lágrima de sus ojos negros como el azabache.
Estaba llorando porque me iba. Otro más que cae en las redes, qué le vamos a hacer. En esos momentos me sentà una especie de Evita Perón despidiéndome, no de Argentina, sino de mi vietnamita. Le dije “No llores, al menos no esta noche.â€
Mientras me alejaba en el taxi, todavÃa con la ventanilla bajada, le oà gritar “I love you Spanish girl.â€
Muy sentimental mi vietnamita.
¡Feliz Sexo!