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Qué es el efecto Dunning Kruger

Opinar sin saber o el efecto duning kruger

02/06/2020
Seguro que has escuchado hablar del efecto duning kruger. Las crisis hacen florecer la imaginación y ante la avalancha de información pasamos el filtro que nos place, según nuestro estado de ánimo o lo bien que nos caiga el que asevera.
Qué fácil es caer en las redes de un ramillete de desinformados convencidos de que tienen algo interesante que decir. 

Desde casa confinados hemos escuchado la radio, visto la televisión y leído todo lo que ha caído en nuestras manos sobre el virus y la pandemia mundial.

Se multiplican los artículos, los post en redes sociales, las intervenciones en tertulias y los directos en Instagram.

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Lo más sencillo, criticar y pensar que nosotros lo haríamos mejor. No lo decimos en broma, estamos convencidos de que si nos dejasen, gestionaríamos todo este barullo con más criterio.

Escritores, cocineros, astrólogos, ingenieros, periodistas, influencers y filósofos pueden dar una lección sobre la eficacia de las mascarillas, el peligro de respirar o la influencia del cariño en los casos más graves de coronavirus.

Nos hemos sobrecargado de información y, ante el miedo, hemos reaccionado erigiéndonos en expertos de todo sin saber realmente de nada. Tranquilos que esto no es nuevo.

A principios del S.XX un estudio realizado por David Dunning y Justin Kruger en la Universidad de Cornell determinó que cuanto más ignorantes somos, más nos cuesta reconocerlo. Y viceversa.

Isaac Asimov ya hablaba en su columna en un periódico sobre esto, con razón lo titulaba “La cultura de la ignorancia”.

La señora del sexto poniendo verde al del tercero porque sale sin mascarilla a pasear. Ella se la pone siempre, hasta para estar por casa, eso sí sin taparse la nariz porque eso le da angustia.
El que se pasa el día tras el visillo horrorizado al ver a la madre que pasea de la mano con su hijo, cuando los niños no tenían permiso para salir, sin saber los motivos por los que estaban en la calle.

Los investigadores Dunning y Kruger decidieron observar lo bobos que somos y lo listos que nos creemos, a raíz de oír hablar de la corta carrera de un ladrón antes de ser detenido.
Por lo visto el buen hombre se creyó una teoría que decía que si te embadurnabas la cara con zumo de limón, eras invisible a las cámaras. No se lanzó sin más a la calle, antes corroboró la eficacia de esta idea probando a fotografiarse en casa. A saber si su convencimiento le llevó a no ver lo que no quiso ver o si no supo tomar una instantánea en condiciones.
Imaginad a aquel aspirante a millonario entrando a cara descubierta en cualquier sucursal a pedir la pasta. 


Esto es sólo un ejemplo más de lo que somos capaces de llevar a cabo por pura ignorancia. No, no es un caso aislado, hay estudios que revelan que el 80% de los conductores se califican con una habilidad superior a la media, lo cual matemáticamente es un sin sentido.

En el ámbito de la psicología, muchos opinan que los que mejor se pueden ayudar son ellos mismos, por puro desconocimiento de lo que puede ofrecerles un profesional y de lo complejo que es entender cómo funciona nuestro coco.
 
Qué común es oír a una amiga aconsejando a otra sobre un medicamento o, mejor todavía, haciendo un diagnóstico en toda regla. “Eso lo tuve yo”, “ Deja los lácteos y tómate tres ajos bien masticados antes de la tostada sin gluten”.
Por supuesto que seguimos su consejo, mal no nos va a hacer. Ya lo decía Darwin: “La ignorancia frecuentemente proporciona más confianza que el conocimiento”

Cuidado con anteponer intuiciones, corazonadas e ideas preconcebidas al conocimiento general.
Por suerte este efecto se puede combatir, la mejor salida es parar, cuestionarnos nuestras fuentes e incrementar nuestra competencia. Necesitamos autocrítica y sentido común.

¿Y qué hacer si descubres a un incompetente mariposeando a tu alrededor? Nada.
Es verdad que determinadas personas nos llegan a irritar con sus charlas y alegatos pero no les culpes a ellos de tu malestar. 
Que te afecte algo depende del valor que decidas dar a esas palabras. No es lo que otro te cuenta si no cómo te lo tomas tú.

¿Conduces de maravilla?, ¿eres el que más lee?, ¿cocinas infinitamente mejor que tus cuñadas?, ¿te vistes mucho más mona que tus amigas?, ¿tu jardín es el más bonito y tus hijos los más listos?
Ojito, ojito que paradójicamente, cuanto menos sabemos más expertos nos creemos.

Permítete el beneficio de la duda y ten respeto ante las opiniones de los demás. Más razón y menos pasión que con las cosas del vivir, mejor no nos ponemos a jugar.

 

Ingrid Pistono
Ingrid Pistono, licenciada en Psicología con Máster en Psicoterapia del Bienestar Emocional.


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